jueves, 25 de noviembre de 2010

Yacía sola en su cama, creo q observaba las diminutas y casi imperceptibles partículas de polvo que flotaban sobre ella. Yo sólo me atrevía a  mirarla desde la puerta.
Desde hace unos días que se comportaba distante, ya no era ella; estaba opaca, su mirada ya no me reflejaba, en realidad ya no reflejaba nada, era una mirada completamente vacía.
Me decidí a dar una vuelta, desde pequeño me ayudaba a ordenar las ideas. Compré un café en la primera cafetería que encontré y seguí mi camino  hacia la reflexión.
Era una noche de verano, la brisa tenía un sabor dulce y los aromas de la naturaleza se habían fundido en uno sólo.
Me senté en una banca junto a un mendigo, miré al cielo y me percaté que aquella noche la luna era casi inapreciable, tomé un respiro y seguí mi camino.

1 comentario: